Este 8 de marzo quiero alzar la voz por las mujeres que usan drogas. Con la llamada guerra contra las drogas, nuestra sociedad criminaliza a todas las personas que presentan consumos problemáticos; mas no hay duda de que las mujeres llevan la peor parte. Día a día sufren violencia a manos de la policía, en sus familias, el sistema carcelario, los servicios sociales, en instituciones estatales, el sistema médico y la sociedad en general.
Las mujeres estamos en una posición de vulnerabilidad en la sociedad patriarcal. Las construcciones de género miden nuestras acciones con estándares distintos a los que se usan con los hombres. El uso de drogas no es la excepción. Más allá del estigma y la fuerte penalización hacia la población general, ciertos consumos se perciben como incompatibles con las expectativas de la feminidad. Esto tiene consecuencias graves, y la perspectiva de género es crucial para evitarlas.
Por ejemplo, los albergues para sobrevivientes de violencia doméstica a menudo se niegan a aceptar a mujeres en uso activo, a pesar de que es muy probable que estén sufriendo violencia y abuso. Igualmente, muchas mujeres son encarceladas por cargos por drogas, por guardar el “material” en su hogar, perdiendo su libertad y a sus hijes. Mientras que a los hombres sus parejas los visitan regularmente en la cárcel, las mujeres suelen ser abandonadas.
Resulta crítico discutir los aspectos raciales, de género y de clase en las políticas represivas contra las drogas, y la consiguiente criminalización y estigmatización de las personas que las usan. El tema de las drogas es uno complicado. Tenemos que aproximarnos desde una perspectiva bio-psico-social, dejando a un lado el relato público que cobra cuerpos por la desinformación, el estigma, el pánico moral y la manipulación del miedo. Mientras esos relatos se enfocan en los fundamentalismos, los intereses económicos y políticos detrás de la guerra contra las drogas y sus políticas represivas a menudo permanecen ocultos.
En Intercambios Puerto Rico trabajamos por el derecho a servicios sociales y de salud con perspectiva de género y sensibles con las mujeres que consumen drogas. No reclamamos asistencialismo, sino servicios dignos y accesibles basados en los derechos humanos. Reclamamos vivir seguras y libres.