Crisis de opioides: sin tratamiento no hay recuperación

(Por Jesús Sálamo Rodríguez, sicólogo de IPR)- Muchas personas piensan que el deseo de salud y la búsqueda de tratamiento mediante el uso de opioides basta para encaminar a alguien hacia la recuperación. Pues no. El éxito en la recuperación depende de, entre otras cosas, dónde busques ayuda; qué condiciones estás dispuesto a negociar; cuánto aguantas prejuicios de las mismas personas que te brindan servicios; y el acceso a servicios basados en evidencia científica.

El acceso a tratamiento mediante uso de opioides es un tema complejo que debe discutirse tomando en cuenta perspectivas de clase y género. Por ejemplo, las personas confinadas ya tienen grandes obstáculos para lograr la recuperación. Encima, el Senado de Puerto Rico discutía hace unos meses el Proyecto 54, para avalar al recurso de la Comunidad Terapéutica dentro de las cárceles del país como único medio rehabilitador. Ese proyecto le otorga la responsabilidad de la rehabilitación a instituciones de base de fe y otras entidades comunitarias que abordan desde la religión y la moral la situación de personas con desbalances neuroquímicos debido a la exposición continua a opioides. La carencia de evidencia científica y de protección de derechos humanos no conduce a tratamientos efectivos, ni a la recuperación de las personas confinadas con problemas de uso de opioides.

Los usuarios crónicos de opioides experimentan penurias para obtener ayuda y tratamiento

Si hablamos de género, se agregan obstáculos. Existen muchos más espacios para atender a hombres que a mujeres. Además, el uso problemático de opioides en mujeres está mucho más estigmatizado que en los hombres, lo que crea mayor distancia entre la persona y su recuperación.

Otro reto es el tiempo de espera. Pueden pasar meses desde que el participante solicita tratamiento hasta que finalmente es admitido. Tal vez en ese momento ya no tiene la disposición o la posibilidad.

La recuperación por uso de opioides no es viable sin acceso a los servicios ni tratamientos basados en evidencia. En Puerto Rico es más fácil acceder a drogas ilegales, como la heroína, que conseguir tratamiento para manejar el uso problemático de opioides. Esto es uno de los mayores obstáculos para lograr la recuperación y sin duda otro reto enorme para los profesionales de la salud.

Por otro lado, incluso las personas que desean recuperarse enfrentan requisitos y expectativas inalcanzables, prejuiciadas, que a la larga desgastan sus intenciones de recuperación. Para acceder a tratamiento, tienen que realizarse pruebas de dopaje frecuentes que demuestren que están limpios, que no han consumido sustancias. Una señal de consumo significa que le disminuyen la dosis en el tratamiento a modo de castigo, o simplemente le descualifican para recibir tratamiento. Esta situación podría resolverse con servicios de umbral bajo que puedan ser realmente accesibles.

Por último, son escasos los espacios hospitalarios que pueden atender la salud física y manejar también la recuperación en salud mental. Muchos hospitales atienden situaciones de salud, pero no manejan de forma adecuada los síntomas de retirada por consumo de opioides. Una de las dificultades que enfrentamos los profesionales a la hora de atender casos de uso problemático de heroína es que en momentos en los que se identifican necesidades apremiantes de salud, la persona tiene que escoger entre atender su urgencia de salud o su situación de opioides. La mayoría suele abandonar los servicios. En muchos casos, cuando se vuelve a contactar al participante sus condiciones de salud se han agravado.

No es justo pretender, esperar, exigir recuperación a personas con desbalances neuroquímicos cuando como sociedad no les garantizamos acceso a tratamientos probados, dignos, efectivos. No es posible la recuperación sin tratamiento.

 

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